‘Tango Satánico’ de László Krasznahorkai, Premio Nobel de Literatura 2025

DAVID TOVILLA

La mayor utilidad de los certámenes y condecoraciones es la difusión que generan hacia la obra de quienes los reciben. El Premio Nobel de Literatura 2025 llevará la obra de László Krasznahorkai a nuevos públicos: lectores y espectadores atraídos por una escritura intensa, emocional, social y de honda humanidad.

Su obra más emblemática se conoce en español como Tango satánico; el título original es Sátántangó. El nombre puede inducir a equívocos, pero nada tiene que ver con maleficios ni con narraciones de terror. Lo satánico, lo verdaderamente malévolo, son las circunstancias que vuelven miserable la vida de las personas.

La virtud de Krasznahorkai consiste en hacer que el lector sienta esas circunstancias. Lo trascendente, en su caso, no son los temas sino la forma en que los presenta para que el lector asimile lo que los personajes padecen.

No es un autor para citar. A lo largo de sus más de trescientas páginas no hay frases para subrayar. Tal vez dos: “El tormento no desaparece sin dejar huella” y “Todo aquí tiene el final que le corresponde. Nacemos en un mundo cercado como una pocilga”. Tampoco hay metáforas, porque de lo que se trata es de trasladarnos a esa realidad exasperante, monótona, incolora, trágica. Para lograrlo recurre también a la forma: capítulos enteros sin punto y aparte, es decir, sin respiración.

László Krasznahorkai no busca deleitar, sino confrontar y sacar a su lector de la comodidad para obligarlo a pensar en ese mundo que se reproduce por muchos lados. Aunque alude a una comunidad de su país natal, Hungría, en cualquier lugar y en cualquier época la desazón es una vivencia y el desaliento, una textura.

Ahí radica su universalidad: sociedades atrapadas en su inercia; personas habituadas a recibir, sin iniciativa ni pensamiento; manipuladores que se asumen profetas de la esperanza, pero que al final solo utilizan a los demás para sus fines. Quienes los siguen apenas cambian de paisaje: repiten su miseria en otro escenario. Vidas que pasan del encierro al fango, no a la libertad.

Krasznahorkai hizo mancuerna con un gran director de cine, Béla Tarr, para llevar al cine sus planteamientos. El resultado es monumental, porque no se trata de una simple adaptación del libro, sino del uso del lenguaje cinematográfico para exponer esa angustia humana con todos los recursos que ofrece lo audiovisual. Así, la capacidad de conmover hasta el extremo.

Así, Sátántangó, en su versión cinematográfica, es una experiencia abrumadora y extraordinaria. Escritor y director no se impusieron límites para construir ese mundo de pasmosidad, y el resultado se extiende a siete horas de duración.

Un trabajo fílmico como pocos. La ausencia de límites permite una mirada meticulosa: planos secuencia prolongados donde se muestran paredes, animales, barro, todo. Tarr coloca la cámara y deja que los personajes entren y salgan del encuadre. No siempre se trata de tomas amplias; a menudo son fragmentos, gestos, detalles que construyen el entorno.

De esa misma manera surgen momentos luminosos, como aquel en que el sonido crea la escena: un hombre mueve botellas y, en un arranque de ira, las arroja hasta romperlas, pero nunca las vemos. El movimiento y el ruido bastan para formar la imagen. Enorme.

También la distancia se traduce en tiempo: personajes que caminan hacia la cámara y avanzan durante minutos que parecen eternos. De impacto.

La película es de 1994 y resulta difícil de conseguir. Puede verse en este enlace con subtítulos en español o conseguirse en formato Blu-ray, siempre que se disponga del tiempo para verla.

La fuerza de Tango satánico permite que pueda verse o leerse con el mismo efecto. Si se recorre ambas vías, mejor: ver la cinta y después leer el libro quizá ayude a comprender más.

Ahí está una forma de acercarse a László Krasznahorkai y entender por qué ha recibido el Premio Nobel de Literatura 2025.