¿Nuevo viaje de 'El principito'?

DAVID TOVILLA

El 25 de septiembre se inició la circulación de El nuevo viaje de El Principito, de Eloy Moreno, una obra autorizada por la Fundación Antoine de Saint-Exupéry. La preventa arrancó en junio con el respaldo de grandes editoriales y se presentó —para avivar la expectativa— como homenaje, secuela y continuación. En México se promueve una edición de tapa dura que va de 32 a 40 dólares.

Intentar prolongar un libro tan contundente por su sencillez, concreción y amenidad es, sin duda, un desafío: Saint-Exupéry no concibió más entregas de El Principito; así fue pensado desde el origen.

El nuevo viaje se construye como una continuación que mezcla recursos conocidos con referencias actuales. Abre con una variación de la escena inicial del clásico: el Principito aparece ante un piloto cuya nave ha fallado, no en el desierto sino en el mar, y le solicita dibujos. A partir de ahí, recorre siete planetas, conoce a diversos personajes y persigue respuestas, hasta llegar finalmente a la Tierra.

Como en la obra original, propone frases para recordar: «Comprendí que no es lo mismo la opinión que la verdad»; «Una de las cosas que más miedo les da a los adultos es equivocarse. Las personas mayores casi nunca se atreven a decir lo que realmente piensan; prefieren decir lo que creen que los otros quieren oír»; «Solo buscan y recitan; saber también es acordarse». En su afán de emparentarse con el clásico, el texto de Eloy Moreno introduce guiños y recapitulaciones de episodios ya narrados, recuperando motivos reconocibles del universo de El Principito.

La propuesta roza el tono del clásico e imita con corrección, pero no llega a afirmarse en una voz propia —robusta y memorable— como la del original. Con todo, hay que reconocer algo: Eloy Moreno firma su trabajo; no intenta suplantar el original ni hacer pasar su libro por lo que no es.

¿Necesitaba El Principito este complemento? No. Sus lectores no se lo han pedido ni lo han abandonado. Las ediciones se cuentan por miles; los ejemplares en circulación son incontables —y las copias digitales, más aún—. La obra de Antoine de Saint-Exupéry sigue viva y plena: no exige añadidos, porque quien la lee —ayer y hoy— se conmueve y suele recomendarla, incluso regalarla.

Publicado en 1943, El Principito trasciende cualquier circunstancia porque encierra mensajes únicos e irremplazables que sacuden la conciencia. Es, incluso, una declaración de amor imperecedero: «Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras»; «Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres yo empezaría a ser dichoso»; «Solo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos»; «Lo que la hace más importante es el tiempo que has perdido con ella»; «Te haces responsable para siempre de aquello con lo que has creado lazos».

El Principito hace visible lo esencial en medio del ruido de lo cotidiano o de un conflicto sentimental, y deja mensajes que trascienden la muerte; no es raro que se conserve un ejemplar como prueba de ello.

El viaje del Principito es uno y suficiente: el de Antoine de Saint-Exupéry.