Olivier Rousteing deja Balmain


DAVID TOVILLA

Fotografía: Instagram @olivier_rousteing

El mundo de la moda se sacudió este 5 de noviembre. Olivier Rousteing abandona la dirección creativa de Balmain.

La noticia tiene impacto global. Para la maison resulta significativa porque Rousteing no sólo transformó sus códigos: redefinió su lugar en la cultura contemporánea.

Si algo lo distinguió fue su capacidad para convertir a Balmain en una vitrina que el mundo quiso mirar.

Bajo su visión, la marca dejó de limitarse a elaborar prendas para embellecer cuerpos: construyó conceptos y acontecimientos asociados a una imagen.

Ahí están dos ejemplos comentados en este blog.

En 2024, la cantante Tyla caminó la Met Gala dentro de un vestido de arena, efímero, casi una metáfora móvil de esa conversación entre tiempo, cuerpo y artificio.

Este año, Jenna Ortega encarnó el reverso: un vestido de metal, pulido y encintado, donde la silueta sirena se volvía armazón y escultura.

Arena y metal. Dos materiales opuestos. Un mismo pulso estético. No eran vestidos sino instalaciones del deseo. Ambas piezas diferían en materialidad, pero coincidían en su ruptura estética y en un espectáculo visual absoluto.

Permanecerán como testimonio del modo en que Rousteing trabajó: diseñador, artesano-instalador, narrador de la imagen global. Un creador que rescató lo mejor de la tradición y del prestigio histórico de Balmain para hacerlo crecer desde la disrupción, la teatralidad y la lectura precisa del mundo actual.

El diseñador tiene ahora ante sí una nueva fase. Su legado está consolidado; la industria reconoce su sello: moda como narrativa pública, donde la prenda, convertida en dispositivo cultural, circula con igual potencia por alfombras, redes y pasarelas.

El reconocimiento es unánime.

William Cruz Bermeo, dice en El Espectador: «Rousteing también transformó la forma de comunicar la moda. Fue, sin duda, el primer “diseñador instagramer”: construyó su figura pública a través de las redes sociales, acompañado por un equipo que lo grababa y documentaba casi cada instante de su jornada creativa, 24/7. Esa estrategia le permitió situarse en el centro de la cultura digital y convertir su vida —y la de Balmain— en un relato continuo de acceso y cercanía. Su lenguaje visual y narrativo sintonizó con una generación hipermediatizada que valoraba la autenticidad, la transparencia y el propósito social, aunque en su caso, estos últimos se manifestaron más como tono motivacional que como postura política».

Luke Leitch recuerda en Vogue: «Junto a colecciones de gran impacto, muy recargadas y, a menudo, criticadas, desarrolló lo que él denominó el Ejército Balmain: una comunidad colectiva impulsada por las redes sociales y construida en torno a la diversidad, la visibilidad y la conexión directa con el público. “Cuando empecé a incluir mucha diversidad en el casting, y cuando empecé a poner música hip-hop, algunas personas empezaron a cuestionar lo que estaba haciendo”, recordó más tarde. “Y fue entonces Rihanna vino al backstage y me dijo: ‘Estás cambiando las reglas de este mundo de la moda’».

Hay Olivier Rousteing para rato. Ya se verá si se convierte en un creador-marca o en un nuevo director creativo que revolucione otra casa.

En su Instagram, apunta «Llegué a los 24 con los ojos bien abiertos y la determinación de perseverar, siempre. Hoy, dejo la casa de Balmain con los ojos aún abiertos, abiertos al futuro y a las hermosas aventuras por delante, aventuras en las que todos ustedes tendrán un lugar. Una nueva era, un nuevo comienzo, una nueva historia. Gracias».

En Balmain se ha escrito un punto y aparte. Rousteing, apenas un punto y seguido.