El arte como tribuna de la ausencia: ‘Que nada se mueva’ de Tania Rubiños

DAVID TOVILLA

Una exposición fotográfica se convierte en mucho más que un recorrido visual: es tribuna de denuncia, espacio de búsqueda, lugar de desahogo, base para la indignación y fuente de conciencia.

    En Que nada se mueva. Archivo y memoria, de Tania Rubiños, no hay complacencia ni artificios. Es un mensaje humano: la convocatoria a compartir un grito que debe escucharse, una herida que exige ser mirada.

    El punto de partida es íntimo y devastador. Un ingeniero desapareció el 3 de julio de 1997 en Oaxaca, durante una gira de trabajo. Nunca llegó a destino. Hubo denuncias, gestiones, oficios, insistencias. Décadas después, los trámites continúan ante una burocrática Comisión de Búsqueda. Nada ocurre. La ausencia permanece intacta.

    El mundo sigue vertiginoso. El entorno se diluye. Lo único que sostiene la conexión es el nombre, la memoria, los afectos.

    La hija, fotógrafa, carga esa ausencia y la convierte en lenguaje artístico. No se limita a narrar: vierte la memoria en imágenes que conmueven, indignan y convocan.

    Fotografías de una cotidianidad evaporada contribuyen a ese sacudimiento de la memoria.  

    No se requiere abundancia para subrayar. Cada elemento impide la indiferencia: es constatación de la ausencia, percepción del vacío, pensamiento que viaja entre pasado y presente.

    Ese antecomedor detenido en la espera. La cocina, viva, aprovisionada para usarse. Las figuras de porcelana, resguardo de los apegos. La silla marcada por la batalla diaria.

    Aquí la fotografía despliega sus prodigiosos atributos: deja de ser archivo pasivo y se convierte en memoria activa. No es documento: es reclamo. No es registro: es presencia. No es una muestra: es proclama.

    La afectación personal se transforma en mensaje colectivo.

    Una exposición que recuerda: los desaparecidos no son cifras ni expedientes. Son personas que congregan historias, tanto en su vida como en lo que deja su ausencia.

    Una sala de exhibición se vuelve foro público, donde la desaparición se pronuncia en voz alta y rompe el silencio de la resignación.

    Es la contundente evidencia de que la memoria alcanza donde la justicia no llega.

    Con Tania Rubiños se confirma que, en el arte, más importante que expresarse es tener qué decir. El arte, en este caso, no busca belleza sino verdad.

    La exposición, recién inaugurada, puede visitarse en la planta baja del Museo de la Ciudad de Mérida, Yucatán.