‘Las muertas’ de Luis Estrada

DAVID TOVILLA

Incursionar en las series era el paso natural para Luis Estrada: el formato le brinda el tiempo necesario para decir todo lo que quiere exponer. Recuérdese que su película ¡Que viva México! (2023) tuvo una duración de tres horas y cuarto.

    Por eso, trabajar con la comodidad de una miniserie coloca a este talentoso director mexicano en su elemento: Las muertas se despliega en seis capítulos de alrededor de una hora.

    Estrada lleva a la pantalla la novela de Jorge Ibargüengoitia. La sátira, el humor negro, la irreverencia, la exploración de las pasiones humanas y el cuestionamiento de la corrupción del poder —rasgos centrales en la narrativa del escritor, fallecido en un accidente aéreo— dialogan aquí con las constantes de la filmografía del director, como se comentó en otro apunte.

    El saldo es favorable: Las muertas funciona como un homenaje de Luis Estrada a su maestro; en consecuencia, el rigor y la entrega que distinguen su filmografía alcanzan aquí un punto culminante.

    El cuidado está en todo. Empieza por la historia: una recreación asombrosa de lo que ideó el escritor. No es la trama policiaca que nutrió la nota roja en México a mediados de los sesenta. El autor tomó esa referencia y levantó una ficción completa, con humanidad para víctimas y victimarias. Hay complejidad en los comportamientos que llevan a decisiones y errores.

    La serie en Netflix deja una certeza: es la mejor reivindicación de las letras de Jorge Ibargüengoitia. Se cierra un círculo virtuoso: una narración de 1977 permanece incólume en su esencia y potencia literaria para que un director con la visión y el compromiso de Luis Estrada la lleve a pantalla en 2025 y logre una conjunción brillante.

    En eso consiste la aportación de Estrada: toma a un elenco ya consagrado y les exige superar su propio registro. De ahí surgen personajes sólidos en Paulina Gaitán, Arcelia Ramírez, Joaquín Cosío y Alfonso Herrera. Destaca Mauricio Isaac: su actuación eleva a La Calavera del papel a una presencia viva en pantalla.

    Además de la pulcritud en fotografía, vestuario y escenografía, la música no llega para ilustrar: se integra a los hechos y suma densidad dramática. Incorpora canciones clásicas, sin abuso ni clichés.

    Las muertas se integra a la obra de Luis Estrada y reafirma la coherencia estética y ética de su proyecto. Ofrece una mirada mordaz a lo que persiste en la nota roja de antes y ahora: exhibe la corrupción que atraviesa la vida pública, desnuda la doble moral que condena al distante y blinda al propio, y muestra una circulación de privilegios atada al efectivo.

    Una obra que convoca a pensar y dialogar sobre lo que persiste con mayor crueldad: el secuestro de mujeres jóvenes para su explotación sexual; la trata —de nacionales y extranjeras—; la degradación como mecanismo de sometimiento; y, una vez agotada su rentabilidad, el asesinato y el entierro clandestino.

    La serie Las muertas, dirigida por Luis Estrada, y la novela de Jorge Ibargüengoitia forman un «Yo acuso» frente a la maquinaria de complicidades y corrupción que sostiene un país de mujeres desaparecidas y asesinadas día tras día, año tras año.